Las mañanas fueron columpios sonriendo, como niños terminándose una taza de chocolate, dulces cayeron del cielo, como una extraña sensación y un tierno deseo que nunca llegaban.
Decidí guardar el polvo, subí a la mesa, cerré mis ojos y desperté tocando una nube. Entonces… reí con él a carcajadas, sin decir una sola palabra.